lunes, 27 de febrero de 2012

La incapacidad de dar malas noticias

Es usual escuchar en estos días el reproche a Cristina Fernández de Kirchner por no haber hecho mención de la tragedia del tren en la estación Once. Al menos una condolencia, un mensaje de apoyo, una ayuda económica, preguntar vía ministerio de Desarrollo Social que familias cuentan con recursos para costear un velorio y cuales no, serían gestos esperables no necesariamente de un presidente pero si de algún ministerio o de sus muchas secretarías y subsecretarías.
En el año 2004 cuando sucedió la masacre de Cromagnon hubo también un silencio de parte del Gobierno Nacional, en aquel entonces 30 de Diciembre, fin de año, Néstor Kirchner se encontraba en Santa Cruz y según trascendió no quiso ser oportunista con la tragedia, no quiso usar a los muertos como suele decirse.
Tampoco en Septiembre del 2011 hubo declaración del Gobierno Nacional cuando un colectivo cruzó con la barrera baja  a la altura de la estación Flores y fue atropellado por un tren.
Por una cuestión de coherencia podría pensarse que para no hacer oportunismo político con la tragedia el Gobierno Nacional elige el silencio y si se quiere, la reflexión. Es por demás elogiable la elección de no ser un oportunista y buscar lucrar con el dolor de otros. En lo personal lo apoyo, pero a la vez me pregunto si comunicacionalmente este gobierno puede dar malas noticias, por supuesto que no se trata de una cuestión de capacidad, me pregunto si no se trata de una decisión de comunicación, de una estrategia, de una finalidad específica: No aparecer ligado a ninguna mala noticia, nunca.
En contraste con estos silencios, abundan los ejemplos de anuncios de buenas noticias, en algunos casos llegando a la verborragia o a la manía como por ejemplo cuando a comienzos del 2009 Cristina Fernández anunció que en solo 90 días iba a ponerse en funcionamiento el sistema único de boleto electrónico (SUBE), mientras que ahora han dado más de un rodeo para decir a cuanto van a aumentar las tarifas de transporte, de hecho todavía hoy seguimos sin saber cuales serán las tarifas para usar el transporte público sin tarjeta SUBE. Pareciera que aumentar una tarifa en un país con una inflación que aún confiando en el INDEC es el doble de la latinoamericana y el triple de la mundial es dar una mala noticia, entonces mejor dar rodeos o incluso mejor, ni siquiera dar la noticia.
La mente humana entre sus múltiples capacidades tiene la extraña cualidad de recordar con mayor intensidad los eventos negativos por sobre los positivos, un trauma queda inscripto con mucha más intensidad que un evento agradable, puede llevarnos años o tal vez toda una vida borrar esa inscripción de lo negativo de nuestra mente.
Los diseñadores de campañas electorales hacen uso de este recurso descubierto por la psicología cognitiva. Justamente en estos días trascendieron denuncias contra Jaime Durán Barba por haber realizado campaña sucia contra Daniel Filmus en la última elección para Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El esquema básico de esa campaña sucia era ligar la imagen y el nombre de Filmus a un acontecimiento negativo, en este caso puntual  a hechos de corrupción. La teoría diría que fusionándose en la mente del elector un acontecimiento negativo con un candidato, la asociación llevaría a dirigir TODO lo negativo hacia ese candidato, traduciéndose en el comportamiento de voto votando por otro candidato.
La teoría también diría que ligar la imagen o el nombre de Cristina Fernández con eventos negativos se traduciría en un descenso de su imagen positiva y eventualmente en un descenso de la intención de voto para una futura elección.
Me permito desplegar esta inquietud ante la abundancia de anuncios oficiales para las buenas noticias y el mutismo absoluto para las malas noticias ¿el Kirchnerismo tiene capacidad para dar malas noticias? o ¿el Kirchnerismo elige selectivamente que noticias dar? ¿elige selectivamente cuando hablar y cuando no? Creo yo que es una estrategia de comunicación, nunca pero nunca aparecer ligado a lo negativo, el Kirchnerismo y el Macrismo una vez más parecen haber leído los mismos autores.

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